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Comentario de textos argumentativos

1. 

Los euroescépticos, como Boris Johnson, que apostaron todo su futuro político y el del Reino Unido a la carta del Brexit, han demostrado después que no tenían plan alguno ante la nueva realidad provocada. Los años de división y rencor que produjo en el país ese debate, sin embargo, han llevado a conservadores y laboristas a enterrar la cabeza en la arena, como los avestruces. El Gobierno de Rishi Sunak —él mismo defensor a ultranza y desde primera hora del abandono de la Unión Europea— se limita a prometer que desplegará todas las libertades adquiridas con la decisión, sin concretar ninguna de ellas. El laborista Keir Starmer, consciente del caudal de votos que arrebató Johnson a la izquierda en el norte de Inglaterra con su populismo antieuropeo, tampoco quiere agitar el avispero. Reduce su discurso a asegurar que la oposición logrará que “el Brexit funcione” cuando llegue al poder, bajo la premisa de que el país puede beneficiarse de la salida de la UE si se implementa correctamente.

Los ciudadanos, los empresarios y, mucho antes, los expertos económicos, ya se han dado cuenta del desastre económico que ha traído consigo la decisión más trascendente adoptada por una generación en el Reino Unido. Dos de cada tres británicos, según las últimas encuestas, querrían repetir el referéndum. No se ponen de acuerdo en fijar fecha, y se dividen entre los que querrían ya una nueva consulta y los que preferirían esperar unos años. Pesa demasiado en la memoria el veneno que introdujo en las relaciones familiares y de amistad un debate que paralizó al país durante casi seis años. Pero son ya pocos los que se engañan a sí mismos. El Brexit ha golpeado drásticamente a las empresas exportadoras e importadoras británicas, ha reducido notablemente la actividad comercial del país, y ha atado las manos de muchos negocios, incapaces de contratar los trabajadores que necesitan y al ritmo que los necesitan.

La pandemia, la crisis en la cadena de suministros, la guerra en Ucrania y su impacto en el precio de la energía han sido factores fundamentales para disparar la inflación —10,7% — y desencadenar una crisis del coste de la vida y con el país oficialmente en recesión. Pero la causa para entender por qué es la economía del G-7 más afectada por la situación global y por qué se la comienza a contemplar como el “enfermo de Europa” es evidente para quien quiera verla. El Brexit es el factor que marca la diferencia, el error autoinducido que ha incrementado la desventaja respecto a otras naciones.

Los conservadores llevan ya 12 años en el poder, y las encuestas comienzan a señalar que los ciudadanos los ven más como el problema que como la solución. Por el lado de los laboristas, puede entenderse el tacticismo político que esconde la decisión de no acercarse a un asunto que sigue siendo tabú, pero si su líder aspira a volver a emocionar a los votantes, no puede esquivar el elefante en la habitación que amenaza con lastrar durante más de una década su economía.

El Reino Unido tiene que sacar lecciones de la era pos-Brexit. Salir del negacionisno es un primer paso porque implica que Londres ya está abordando qué lugar quiere tener en Europa (y la UE lo necesita como aliado, como se ha visto en Ucrania) y está dispuesto a honrar los compromisos firmados. Pero no es realista reabrir el melón del Brexit: es más urgente que el país busque un poco de estabilidad interna y luego vea qué papel puede jugar en su relación con Europa.


2. 

¿QUIÉN QUIERE PENSAR? ¿Para qué tantas vueltas a las cosas? ¿Para qué analizar, comprender, reflexionar, cuestionar o debatir? Pensar está pasado de moda, ahora lo que se lleva es sentir, ser, expresarse. ¿Para qué queremos que los alumnos aprendan filosofía si con un clic pueden saberlo todo y lo que importa es que estén preparados para trabajar y consumir? ¿De qué te va a servir Platón cuando tu vocación es ser gamer o youtuber o futbolista? ¿De qué los silogismos si lo que quieres es convertirte en influencer? Somos casi vintage las generaciones que fuimos educados por magníficos profesores de Filosofía en BUP y COU y maestros que se tomaban en serio la ética de EGB. Yo aprendí a defender mis opiniones en aquellos debates acneicos, a alzar la voz sin miedo. Las clases de Filosofía también fueron un buen entrenamiento para la vida ciudadana: en ellas aprendimos a convivir discrepando, a confrontar ideas desde el respeto, a cuestionar nuestros propios posicionamientos, a cambiar de idea o a poner todo nuestro esfuerzo en convencer a nuestros compañeros. Por no hablar de lo que supone recibir el legado del pensamiento que ha acabado por dar forma a la sociedad en la que vivimos. Saber de dónde vienen los valores predominantes en nuestra cultura es entender nuestro lugar en la historia. Pero lo más apasionante tanto de las clases de Ética como de Filosofía fue para mí la poderosa sensación de emancipación que me provocaron: de repente, me daba cuenta de que podía tomar las riendas de mi existencia porque me estaban dando los instrumentos necesarios para pensarme a mí misma, pensar lo que me rodeaba y decidir lo que estaba bien y lo que mal no sobre la base de los mandamientos divinos sino a mi propia consciencia independiente. No era, para nada, un camino fácil, pero era el único camino a la libertad. Ahora, las autoridades educativas no parecen dar la misma importancia a estas materias. En Cataluña, por ejemplo, proponen que desaparezca del currículo la ya residual presencia de la filosofía en la ESO y reducir a un solo curso la ética. Dejemos que los alumnos aprendan a ser ciudadanos en Instagram o TikTok, que es más barato. En unos años veremos el resultado de este desmantelamiento de las humanidades en la secundaria, cuando ya será demasiado tarde y no habrá forma alguna de que los responsables rindan cuentas del daño causado. 



3.


Los sabios de todo a cien que proliferan en la feria pandémica profetizan: “Nada será como antes”. Y si uno tuviese la debilidad de prestarles atención les preguntaríamos: “¿Y cuándo todo fue como antes?”. Porque lo único que sabemos seguro, por poco que hayamos vivido y aunque no seamos demasiado proclives a la nostalgia, es que todo cambia inexorablemente, a mejor o a peor según gustos. Lo cambiamos nosotros. Como apuntó Alfonso Reyes: “El hombre existe para que pueda existir lo que aún no existe”. La tarea humana es cambiar lo que encontramos, cambiar incesantemente los lugares, las habitaciones, las armas, las herramientas, los deportes, la medicina, la estética... De este frenesí transformador viene el estigma que dejamos en la inercia del mundo. Ahora descubren algunos que durante el confinamiento disminuyó la polución en cielos y mares, mientras los bichos antes tímidos extendieron sus correrías. Claro, y si la pandemia hubiera acabado con nuestra especie el universo hubiera vuelto a ser limpio y puro. Porque lo que llamamos contaminación no es sino un efecto necesario de la civilización. Algo a lo que habrá que acostumbrarse, cuando nos cansemos de predicar.

   Lo que los profetas del “nada será igual” pretenden es que los hombres se transformen, se arrepientan, se transfiguren flagelados por el virus. No pasará. Cambiarán algunas costumbres, que pronto echaremos de menos, se tomarán ciertas precauciones, pero los hombres seguirán igual, irresponsables y heroicos, capaces de esclavizar niños y de inventar vacunas prodigiosas. Siempre queda algo de ancestral en lo más reciente. Lo enseña la admirable y serena doña Araceli, la primera vacunada. Cuando llegó la hora de la prueba, primero se persignó y luego se puso confiada a disposición de la ciencia. Toda una mujer moderna, como Dios manda.



4.


Arturo Pérez-Reverte se ha quejado, con bastante razón, de la sobreabundancia de relatos con Auschwitz en el título para enganchar al impresionable lector. Yo tengo claro que cualquier lista de las 10 mejores piezas literarias del siglo XX no puede excluir Si esto es un hombre, de Primo Levi. Pero supongo que el ínfimo nivel de las narraciones sobre Auschwitz lo ocupan quienes han ido un solo día, como yo, y no renuncian a contar sus impresiones sobre el lugar. ¿Qué podemos decir que no haya sido expresado ya con más autoridad y experiencia? Sin embargo, ¿cómo callar ante el reto de esta devastación íntima, tan imposible como no emitir una queja o una dolorida protesta, por tópica que sea, al sufrir una quemadura o un desgarramiento mutilador? Esos textos inevitables suelen empezar así: “El día que llegué a Auschwitz…”. No era peor de lo que me esperaba, como me avisaban los agoreros, ni desde luego mejor sino real. Todo estaba allí, con la mansedumbre terca y finalmente agresiva de las cosas, que no se desvanecen como los relatos, las películas, los fantasmas. Las cosas absurdas pero implacables: toneladas de pelo cortado que llenan un almacén, montañas de zapatos precedidos por varios pares infantiles como ratoncitos curiosos, y miles de cepillos, maletas, latas de betún… Restos humanos de la inhumanidad, lo desechado. Bandadas de adolescentes gorjean por las salas del horror, divertidos sin poder remediarlo, benditos sean. Sus maestros intentan explicarles… ¿qué? Lo cuenta Primo Levi: en la escudilla en que les servían su mísera sopa, unos raspaban su número, otros su nombre, y un francés grabó: “Ne pas chercher à comprendre”. No intentar comprender lo incomprensible: la última protesta de la razón humanista que defiende su cordura negándose a “dialogar” con el exterminio. 



5.


La guerra civil en Sri Lanka terminó hace 10 años, pero la paz sigue agarrada con alfileres y la convivencia entre las comunidades que comparten esta isla del océano Índico —una amplia mayoría cingalesa budista con minorías tamil hindú, musulmana y cristiana— está sometida a constantes tensiones. Por eso la serie de atentados que provocaron el domingo 321 muertos y medio millar de heridos hicieron saltar todas las alarmas. La tragedia esrilanquesa repitió un esquema que desgraciadamente forma parte ya de una rutina del horror: atentados coordinados en diferentes puntos de una ciudad o de un país contra víctimas civiles, que ya han padecido urbes de medio mundo, desde París, El Cairo, Pittsburgh hasta Kabul o, hace apenas unas semanas, Christchurch en Nueva Zelanda. Las víctimas pertenecen a diferentes credos, los verdugos siempre están impulsados por un mismo odio. En este caso, los objetivos fueron iglesias en pleno Domingo de Resurrección y hoteles de lujo. El Estado Islámico (ISIS) asumió ayer el atentado y las autoridades consideran que los responsables son grupos locales que han contado con apoyo exterior. Aunque acaba de sufrir una derrota en Siria, sigue siendo una organización muy peligrosa no solo por su capacidad para ayudar a provocar atentados, sino por su atracción como ideología nihilista del terror. En el pasado, ha reivindicado ataques para los que solo había sido una fuente de inspiración, pero lo ocurrido demuestra que el ISIS está debilitado, pero no derrotado. En el caso esrilanqués, además, las autoridades temían que los atentados desatasen una tormenta de violencia entre comunidades. La guerra civil se acabó hace 10 años con una derrota de los Tigres Tamiles, que decían representar a la comunidad hindú y que fueron los responsables de los primeros atentados suicidas modernos, pero los recelos están muy lejos de haberse extinguido. Por eso una de sus primeras medidas fue cortar el acceso a varias redes sociales, entre ellas Facebook y WhatsApp. Se trata de una medida extrema, pero basada en peligrosos precedentes: hace un año, una serie de noticias falsas difundidas a través de Facebook provocaron en Sri Lanka ataques de budistas contra musulmanes y, cuando se cerró el acceso a la plataforma, una persona ya había sido quemada viva. Este brusco corte provocó problemas, sobre todo a personas que no pudieron comunicarse con sus familiares en medio del caos, y plantea desafíos para la libertad de expresión; pero si los responsables de las redes sociales no son capaces de controlar los mensajes de odio y los bulos incendiarios que se multiplican en su interior, el corte drástico se convierte en la única medida posible, siempre que sea temporal y muy justificada. Los gigantes tecnológicos no pueden quedarse cruzados de brazos cuando son convertidos en instrumentos de los fanáticos, ni pueden actuar cuando ya es demasiado tarde y los mensajes han tomado tal amplitud que resulta imposible detenerlos. Frenar el odio debe siempre ser la prioridad. 



6. 


Año internacional de la tolerancia. Es fácil aplaudir la tolerancia, más difícil practicarla y todavía más difícil explicarla. En castellano, tolerar es soportar. ¿Se debe tolerar lo bueno? No. Lo bueno debe aplaudirse, estimularse. ¿Se debe tolerar lo malo? Tampoco. Lo malo hay que combatirlo. Entonces, ¿qué se debe tolerar? Históricamente "tolerancia" fue un concepto acuñado para combatir la intolerancia, y sus maldades. Como todos los conceptos negativos resulta borroso. Propongo una definición objetiva, casi ingenieril de la tolerancia: "Tolerancia es el margen de variación que una solución admite sin dejar de ser solución". Hay problemas que admiten muy poca tolerancia, por ejemplo, los matemáticos, o los que afectan a la dignidad humana. Otros, como los planteados por la convivencia, exigen amplios márgenes. El intolerante afirma que sólo hay una solución para cada problema, la que él posee, que esa solución no admite ninguna flexibilidad, y que está dispuesto a imponerla si puede. Tolerante inteligente es el que conoce y justifica el margen de tolerancia de cada solución. Sabe que para resolver el problema del tráfico hay que ser intolerante con los que desprecian las señales, pero tolerante con el atuendo de los conductores. Tolerante necio es el que piensa que todas las soluciones tienen un margen infinito de tolerancia. Acaba conduciendo por dirección prohibida y atropellando a un peatón.


7.


Sería injusto decir que en los USA carecen de esa facultad satírica que se burla de la ridiculez humana. Ahí están Groucho Marx, W. C. Fields o Woody Allen para probar lo contrario. Y antes que ellos, el gran Ambrose Bierce y Henry Louis Mencken. Este último por cierto escribió The American Language, obra que viene al pelo para esta columna. Porque quienes evidentemente carecen de sentido del ridículo y de esa ironía que desde Sócrates ha sido el tono de la sabiduría occidental son los profesores de la Universidad de Stanford (California), que proponen una supresión masiva de palabras “dañinas” que retrasan el progreso moral del mundo. Para empezar, Stanford es una de las instituciones académicas más distinguidas, con 81 premios Nobel en su haber y un presupuesto medio por alumno universitario de dos millones de dólares. Pues ese areópago de cráneos privilegiados (Bierce dijo que “la erudición es el polvo que cae desde una estantería en un cráneo vacío”) ha decidido suprimir palabras que alteran el alma como “adicto” (mejor “persona con un trastorno por abuso de sustancias”), “loco” (mejor “sorprendente” o “salvaje”), “senil”, “aborto”, “caballero”, “señorita” y “chicos” (hay que decir “gente” para evitar el machismo). ¡Ah, “hispano” también está mal: mejor “latinx”…! Las voces abolidas están viciadas de colonialismo, lacra suprema de una raza que ha vivido de y para colonizar, de machismo, de menosprecio a los raros, de jerarquización especieísta… Suprimidas las palabras se acaba con la rabia de que son portadoras y así progresamos (dijo Cioran que progreso es el nombre de la injusticia de cada generación con las anteriores).

No me sorprende que la ortodoxia ideológica vuelva imbéciles a los científicos. Pero cuando en vez de “estoy loco por ti” digo “me vuelves salvajemente diferente”, caramba, me gusta…


8.


La humanidad tiene en estos momentos tantos motivos de preocupación que la noticia de que el agujero de la capa de ozono va camino de cerrarse apenas ha recibido atención. Y, sin embargo, es un hito que merece ser celebrado, por la grave amenaza que desaparece y por el precedente que representa para otros desafíos globales como el cambio climático. El último informe del Grupo de Evaluación Científica del Protocolo de Montreal sostiene que en el año 2040 la capa de ozono en el espacio situado entre los dos polos habrá recuperado los valores previos a 1980 y que los dos grandes agujeros que se habían formado sobre el Ártico y sobre la Antártida se habrán cerrado en 2045 y 2066, respectivamente.

   Las primeras evidencias de que la capa de ozono de la estratosfera se estaba debilitando se publicaron en los años setenta, y ya en 1985 una investigación en Nature demostraba la existencia de un gran agujero en la capa de ozono situado sobre la Antártida, que llegó a alcanzar 30 millones de kilómetros cuadrados, tres veces la extensión de EE UU. La conciencia sobre la gravedad del problema condujo a la aprobación del Tratado de Montreal, que entró en vigor en 1989. El acuerdo ha permitido dejar de utilizar un centenar de sustancias químicas que se han demostrado dañinas. La liberación a partir de 2012 de emisiones no reconocidas de CFC-11 procedentes de China puso en peligro los objetivos, pero finalmente las emisiones cesaron a partir de 2018 y este incidente solo ha retrasado un año el calendario de recuperación previsto. Si todo sigue como hasta ahora, dentro de 40 años la capa de ozono se habrá recuperado totalmente y la acción concertada mundial habrá contribuido además a mitigar en 0,5 grados centígrados el calentamiento global.

   Lo decisivo es la evidencia de que los tratados internacionales basados en el conocimiento científico suponen un instrumento eficaz para afrontar los grandes desafíos ambientales. El cambio climático implica un reto mayor todavía porque exige prescindir de los combustibles fósiles. Pero el cumplimiento estricto de los Acuerdos de París de 2015 es la única forma posible de evitar el desastre. El éxito del tratado sobre la capa de ozono demuestra que, si hay voluntad política, se puede lograr.


9.


Dos años después del asalto al Capitolio en Washington, un nuevo ataque protagonizado por hordas de extrema derecha a los principales centros de poder federal en Brasil ha activado todas las alarmas sobre la fragilidad de las democracias. El levantamiento insurgente contra el pacto democrático instigado por los partidarios de Jair Bolsonaro ya se había intentado sin éxito en Washington. Pero también en Alemania, en diciembre de 2022, cuando sus servicios de inteligencia frenaron a un conglomerado de funcionarios de extrema derecha y miembros retirados de las fuerzas de seguridad que pretendían ocupar lugares de poder institucional para derrocar a la república. La sucesión reciente de estos asaltos obedece a lógicas muy similares: la manipulación de los seguidores con realidades alternativas a través de las redes sociales, la inoculación en la opinión pública de la sospecha de elecciones robadas y la deslegitimación del adversario político a través de medios de comunicación o incluso de tribunales, junto al desprestigio sistemático de las instancias electorales que se pronuncian sobre los resultados de los comicios.

(...) El objetivo de los populistas es impedir que pueda gobernar alguien que no sea ellos, aunque para eso necesiten liquidar las instituciones que ejercen de contrapeso del poder ejecutivo. Su cometido es eliminar la alternancia en el poder; por eso impugnan todas las elecciones si no ganan cuando previamente han desacreditado los mecanismos de control.

Esta permanente búsqueda de confrontación de los populismos en nuestras sociedades constituye uno de los principales marcadores de las democracias contemporáneas. La fragmentación social y la existencia de elecciones cada vez más reñidas requerirá de los representantes políticos actitudes y pronunciamientos que muestren un absoluto y nítido respeto a las reglas básicas del juego democrático, y la primera de ellas es la tolerancia al adversario político y la alternancia pacífica y limpia en el poder. Pero también requerirán la obligación por parte de los dirigentes de gobernar para las mayorías evitando ahondar en la división y el enconamiento que afecta de forma cada vez más profunda a un número mayor de democracias presuntamente blindadas. La proliferación internacional de golpes de Estado y el deseo deliberado de líderes iliberales de debilitar o incluso romper las reglas del juego democrático son una advertencia sobre la amenaza que la extrema derecha representa hoy para la democracia. Y conviene recordarlo: banalizar esta amenaza es otro síntoma de deterioro democrático.


10.

“Perros, ¿acaso queréis vivir eternamente?” rugió el rey de Prusia a sus granaderos, más diligentes al huir que al atacar en la batalla. No era momento de debates, pero la mayoría de los interpelados hubiera podido responder: “Pues mire, ahora que lo dice, no me importaría”. Muchos de nosotros somos —o creemos ser— de la misma opinión. Sobre todo los multimillonarios —Larry Page, Jeff Bezos, Peter Thiel…— acostumbrados a hacer siempre su santa voluntad y convencidos de que vencer a la muerte es cuestión de dinero. Otro, Larry Ellison, que ya lleva 500 millones de dólares gastados en el asunto, ha llegado a la conclusión de que la muerte “no tiene sentido”. No, ni las cataratas del Niágara, pero ahí están. Los transhumanistas, secta de bárbaros cientifistas (la peor ideología que hay porque hacen experimentos), están muy contentos con estos mecenas antitanáticos que van a resolver la muerte cuando yo te diga. No les hables de eutanasia, ese oxímoron: prefieren tener la cabeza plantada en una maceta y que la riegue diariamente con sus lágrimas alguien de confianza. Enchufados a lo que sea tras haber comido todos los superalimentos granulados que nos recomiendan… Oigo a una señora de 106 años a la que preguntan a qué atribuye su longevidad: “Garbanzos, tocino y chorizo”. ¡Por fin una transhumanista humanista!

Lo importante no es saltarse la muerte, sino conservar lo que amamos en la vida. Si a uno le ofrecen la inmortalidad, lo primero será exigir el mismo beneficio para 15 o 20 personas que nos son indispensables. Sin ellas, mejor la tumba. Y si nuestro ser insustituible ya ha muerto, la inmortalidad llega demasiado tarde. Entonces sólo queda intentar pensar lo más profundo y amar lo más vivo. Sentarse en el parque recordando a quien se nos fue para ver jugar a los niños: muerte y resurrección.



11.


Nada escapa ya a la revolución digital y, por fortuna, tampoco su implantación en las administraciones públicas: ha permitido simplificar muchos procedimientos que resultaban engorrosos y aumentar así la productividad de los servicios. Es una gran ventaja que los trámites burocráticos puedan hacerse de forma telemática, con rapidez y seguridad. Está plenamente justificada, pues, la aplicación de medidas para acelerar un proceso que, por su naturaleza disruptiva, genera resistencias y dificultades. A esa finalidad obedece la extensión de la Administración digital, que obliga a hacer la mayoría de los trámites de forma telemática.

El problema empieza cuando la digitalización administrativa se aplica sin un acompañamiento adecuado que permita a los ciudadanos navegar sin dificultad por la maraña de plataformas, formularios y programas habilitados para realizar las gestiones. Esa falta de acompañamiento se ha convertido en un nuevo factor de exclusión social. La tendencia a la digitalización es imparable, pero forma parte de las obligaciones de los poderes públicos facilitar la transición, especialmente cuando la brecha digital acaba traduciéndose en una pérdida de derechos.

En los últimos años se ha hecho un gran esfuerzo para reducir la brecha que existía en el acceso a la tecnología, con programas públicos como la entrega de ordenadores durante la pandemia a los escolares que carecían de ellos. El esfuerzo ha dado buenos resultados. En estos momentos, más del 90% de los españoles disponen de conexión a internet. Pero para participar plenamente de las ventajas de la sociedad digital no es suficiente con tener ordenador y acceso a internet. Conforme se cierra la brecha del acceso a la tecnología emerge una segunda brecha más difícil de superar: la de la capacitación digital.

Por razones obvias, la falta de habilidades digitales afecta en mayor medida a las personas mayores, pero no son el único colectivo que sufre exclusión social por esta razón. También afecta a las personas de renta baja y menor nivel educativo. Un estudio de Prodigioso Volcán, una empresa de asesoría y servicios empresariales, indica que el 83% de los ciudadanos dejan algún trámite sin completar ante la imposibilidad de entenderlo; el 49% declara que su principal dificultad es no poder contactar con alguien para resolver dudas y casi un 40% acaba recurriendo a algún familiar o amigo para recibir una ayuda que debería proporcionar la propia Administración. Otro estudio de la Fundación Ferrer Guardia indica que el 88% de las personas en situación de vulnerabilidad no han hecho nunca por sí solos trámites como pedir una cita, solicitar un certificado o hacer una transferencia bancaria.

La exigencia de cita para poder recibir una atención presencial que cada vez es más reducida resulta una barrera a menudo insalvable. Aparte del malestar y el descontento que esta situación genera en los ciudadanos, lo más grave desde el punto de vista social es que la brecha digital contribuye a que una parte importante de las ayudas sociales no estén llegando a quienes más las necesitan porque o bien no se enteran de que existen o no saben cómo tramitarlas. Ha sucedido, por ejemplo, con las prestaciones del ingreso mínimo vital, el bono social eléctrico o los programas de rehabilitación energética. Las administraciones tienen que hacer un mayor esfuerzo para simplificar los procesos y facilitar mecanismos de ayuda que permitan a los ciudadanos culminar con éxito gestiones que muchos empiezan y la mayoría no acaba.


12.


Mi padre me enseñó que hay que odiar el delito y compadecer al delincuente, pero qué difícil es en determinados casos, en especial en el que nos ocupa estos días. Xavi, en evidente estado de ‘shock’, como él mismo dijo, sí hizo lo segundo, pero a costa de olvidar lo primero. Se puede entender por tantos años de camaradería, de viajes, partidos, trofeos, risas y penas compartidas. Al revés que los políticos, que de quienes tienen que cuidarse es de los de sus propias filas, los futbolistas viven su carrera de una forma solidaria, se hacen carne con el equipo, defienden a su compañero en la lid con justicia o sin ella. Esa pulsión le ofuscó.

Por suerte rectificó en 24 horas con un ‘mea culpa’ sin sombras. Me pregunté luego cómo todo un club como el Barcelona no se preocupó de inmediato de articular un discurso ante un tema de tanto calado; así hubiera evitado la primera intervención desconcertada de Xavi. Ya sé que está el tema de la presunción de inocencia, pero desgraciadamente en este caso hay indicios demoledores. Y también concedamos presunción de inocencia a la víctima, no supongamos que está cometiendo el delito de acusar en falso a Alves de un delito. Una víctima que se está conduciendo con enorme dignidad al rechazar cualquier compensación económica.




Este terremoto ha coincidido con un hecho de gravedad leve, pero muy simbólico: la recogida de medallas de las jugadoras de la Supercopa femenina. Una imagen bufa. Hasta en los campeonatos colegiales hay alguien que ponga las medallas. ¿Fue desdén? ¿Temía Rubiales que le hicieran algún feo, dado que entre las finalistas hay varias de las conjuradas contra su seleccionador? Posiblemente esto. En todo caso, nuestro fútbol ha emitido en pocas horas dos señales desagradables hacia el género femenino. La diferencia es que la primera la rectificó Xavi de inmediato. La segunda fue ‘explicada’ por la Federación en una nota tan bufa como el hecho en sí.


13.

Quienes de niños nos hemos criado como garduños en el campo recibimos las primeras lecciones de la vida observando a los animales. Por mi parte, antes de llegar al uso de razón ya me di cuenta de que había perros más buenos e inteligentes que sus amos. Como un hecho natural vi nacer a gatos, perros, conejos, corderos, mucho antes de saber cómo había nacido yo y por qué me lo ocultaban mis padres; también vi morir a algunos animales y con qué elegancia y serenidad lo hacían. Ya me gustaría poder acabar con la dignidad con que murió la yegua Maravilla, la que me llevaba con tanta alegría al mar los veranos. También asistí a las cópulas que ejecutaban para reproducirse, sin sospechar que algo parecido haría yo el día de mañana y que por eso mismo que hacían los conejos yo podría ser condenado al fuego eterno. A veces veía un anillo de cuervos graznando en el cielo y me extasiaba con su belleza que se debía a que en el monte había una alimaña muerta; un buen día oía gritar a los vencejos y entendía que ya era primavera y cuando cantaba el cuco al atardecer me olía que ya estaba cerca el calor. Recuerdo la intensa emoción al descubrir un nido en algún árbol; por su forma y por las motas que tenían los huevos sabía si era de jilgueros, de mirlos o de verderones y cuando tenía a uno de ellos en la mano sentía palpitar su corazón. En aquella edad de la inocencia uno también formaba parte del reino animal, pero luego en la escuela me enseñaron que algunos animales fueron dioses, que la serpiente introdujo en el paraíso la inteligencia en el cerebro humano, que antes de emprender una batalla los guerreros antiguos consultan el hígado de las ocas. Los animales eran un misterio, como lo sigue siendo hoy el que mi perra Lía con solo seis meses sea capaz de adivinar mis pensamientos. Cada mañana me espera al pie de la cama para jugar con la pelota en la boca.

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