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Mostrando entradas de mayo, 2014

Poesía en España desde 1936

1.      Los muertos y los exiliados. 2.      Miguel Hernández (1910-1942). -        Obra “puente” entre el 27 y la generación del 36 y posteriores. -        Desde 1934, con su llegada a Madrid, su obra triunfa en un vanguardismo ya agotado. -        Muere encarcelado y tuberculoso en la cárcel de Alicante a los 32 años. -        Su obra se dota de un gran dominio técnico y la especial habilidad (machadiana) para arrancar el lado más expresivo, menos aparente elaborado, de las expresiones vulgares. -        Etapas de su obra: -         Perito en lunas  (1934): 42 octavas reales de raigambre gongorina en la que objetos humildes y usuales son sometidos a una reelaboración metafórica. -         El rayo que no cesa  (1936): Amor, vida y muerte, vitalismo trágico. Miguel Hernández alcanza aquí su inconfundible madurez expresiva. Aparte de sus sonetos, el libro incluye la  Elegía a Ramón Sijé , en tercetos encadenados. -         Viento del pueblo  (1937): cuando estalla la

Miguel Hernández (1910-1942)

GOTA DE AGUA Gota: segundo de agua, desemboca, de la cueva, llovida ya, en el viento: se reanuda en su origen por la roca, igual que una chumbera de momento. Cojo la ubre fruncida, y a mi boca su vida, que otra mata aun muerta, siento venir, tras los renglones evasivos de la lluvia, ya puntos suspensivos. Perito en lunas , 1933. ¿No cesará este rayo que me habita el corazón de exasperadas fieras y de fraguas coléricas y herreras donde el metal más fresco se marchita? ¿No cesará esta terca estalactita de cultivar sus duras cabelleras como espadas y rígidas hogueras hacia mi corazón que muge y grita? Este rayo no cesa ni se agota: de mí mismo tomó su procedencia y ejercita en mí mismo sus furores. Esta obstinada piedra de mí brota y sobre mí dirige la insistencia de sus lluviosos rayos destructores. El rayo que no cesa, 1936. ELEGÍA (En Orihuela, su pueblo y el mío, se me ha muerto como el rayo Ramón Sijé, con

Poesía de los años 60. La nueva poética.

JAIME GIL DE BIEDMA PANDÉMICA Y CELESTE Imagínate ahora que tú y yo muy tarde ya en la noche hablemos hombre a hombre, finalmente. Imagínatelo, en una de esas noches memorables de rara comunión, con la botella medio vacía, los ceniceros sucios, y después de agotado el tema de la vida. Que te voy a enseñar un corazón, un corazón infiel, desnudo de cintura para abajo, hipócrita lector - mon semblable, -mon frère! Porque no es la impaciencia del buscador de orgasmo quien me tira del cuerpo hacia otros cuerpos a ser posible jóvenes: yo persigo también dulce amor, el tierno amor para dormir al lado y que alegre mi cama al despertarse, cercano como un pájaro. ¡Si yo no puede desnudarme nunca, si jamás he podido entrar en unos brazos sin sentir -aunque sea nada más que un momento- igual deslumbramiento que a los veinte años! Para saber de amor, para aprenderle, haber estado solo es necesario. Y es necesario en cuatrocientas noches