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1.4. Trayectoria poética de Federico García Lorca: del neopopularismo al surrealismo


La crítica suele establecer dos etapas en la producción poética de Lorca: la primera, hasta 1928, impregnada de lírica popular y elementos vanguardistas, y la segunda, desde 1929 hasta el final de su vida, en la que compone una poesía más minoritaria pero al mismo tiempo más universal.

Su primera etapa (1918-1928) abarca desde sus inicios al Romancero Gitano.


1. Libro de poemas (1918-1920). Todavía conserva rasgos modernistas y la influencia de poetas como Bécquer, Machado y Juan Ramón, lo que se manifiesta en versos largos (alejandrinos) y recreaciones de poesía popular (canciones, romancillos). La temática es variada, pero destaca la nostalgia por la ingenuidad perdida y cierta angustia interior, la de sentirse diferente, que aparecerá en toda su obra. El poema Campo todavía tiene un aire a Juan Ramón.


El cielo es de ceniza.

Los árboles son blancos,

y son negros carbones

los rastrojos quemados.

Tiene sangre reseca

La herida del Ocaso,

y el papel incoloro

del monte, está arrugado.

El polvo del camino

se esconde en los barrancos.

Están las fuentes turbias

y quietos los remansos.

Suena en un gris rojizo

La esquila del rebaño,

y la noria materna

acabó su rosario.


El cielo es de ceniza.

Los árboles son blancos.


2. Primeras canciones (1922) y Canciones (1921-1924). Los poemas son más breves y compactos, y sin el sentimentalismo de la primera obra. Convive la poesía pura y la lírica popular, los rasgos vanguardistas y las estructuras tradicionales, los temas infantiles y los trágicos, las canciones y los presentimientos de la muerte. De la sección Canciones para niños, del libro Canciones.


La tarde equivocada

se vistió de frío.


Detrás de los cristales

turbios, todos los niños,

ven convertirse en pájaros

un árbol amarillo.


La tarde está tendida

a lo largo del río.

Y un rubor de manzana

tiembla en los tejadillos.


3. Poema del cante jondo (1921). El fondo es la Andalucía trágica. Lorca se aproxima en sus estrofas de versos cortos, sus temas y sus recursos expresivos a la rica variedad poética del flamenco, su desgarro trágico, su lamento. Del Poema de la soleá, el fragmento titulado Sorpresa.


Muerto se quedó en la calle

con un puñal en el pecho.

No lo conocía nadie.

¡Cómo temblaba el farol!

Madre.

¡Cómo temblaba el farolito

de la calle!

Era madrugada. Nadie

pudo asomarse a sus ojos

abiertos al duro aire.

Que muerto se quedó en la calle

que con un puñal en el pecho

y que no lo conocía nadie.


4. Romancero gitano (1923-1927). Es la culminación de la poesía neopopular, donde mejor convive lo popular y lo culto, la tradición y la innovación. A través del mito de los gitanos, el tema es el destino trágico del ser humano. El romance, del que demuestra un dominio técnico absoluto, se desarrolla en sus vertientes narrativa, lírica y dramática. Un ejemplo de la primera es este comienzo del Romance sonámbulo.


Verde que te quiero verde.

Verde viento. Verdes ramas.

El barco sobre la mar

y el caballo en la montaña.

Con la sombra en la cintura,

ella sueña en su varanda

verde carne, pelo verde,

con ojos de fría plata.

Verde que te quiero verde.

Bajo la luna gitana, 

las cosas la están mirando

y ella no puede mirarlas.


En la segunda etapa (1929-1936), Lorca reacciona contra una fama internacional que lo había encasillado en el folklorismo, en el representante de una España de tópicos flamencos, de modo que abandona la sencillez neopopular y, al igual que otros compañeros de generación, se orienta hacia una poesía más intelectual y difícil, de versos largos, sin rima y sin medida, pero su misma inclinación a la metáfora sorprendente, compleja, de raíz surrealista.


1. Poeta en Nueva York (1929-1930). El contacto con la civilización norteamericana fue traumático. El poeta siente la necesidad de clamar contra un mundo injusto, inhumano, materialista, sometido al abuso del trabajo y al poder del dinero. El surrealismo se hace más onírico y desasosegante, las metáforas más crudas, el lenguaje más irracional. Sin embargo, el de Lorca siempre fue un surrealismo de referentes claros, por más que a veces resulte algo hermético.  El siguiente es un fragmento de Luna y panorama de los insectos:


Mi corazón tendría la forma de un zapato

si cada aldea tuviera una sirena.

Pero la noche es interminable cuando se apoya en los enfermos

y hay barcos que buscan ser mirados para poder hundirse tranquilos.


Si el aire sopla blandamente

mi corazón tiene la forma de una niña.

Si el aire se niega a salir de los cañaverales

mi corazón tiene la forma de una milenaria boñiga de toro.


¡Bogar!, bogar, bogar, bogar

hacia el batallón de puntas desiguales,

hacia un paisaje de acechos pulverizados.

Noche igual de la nieve, de los sistemas suspendidos.

Y la luna.

¡La luna!

Pero no la luna.

La raposa de las tabernas.

El gallo japonés que se comió los ojos.

Las hierbas masticadas.


2. Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías (1934). Probablemente su obra maestra. Dedicado al torero Sánchez Mejías, amigo y mecenas de los poetas del 27, Lorca vuelve a recurrir al lenguaje, las estrofas y las técnicas de la poesía popular, pero lo pone al servicio de un lirismo visionario, onírico, de profundo surrealismo.  Las dos tendencias de su poesía se funden en una tragedia contada desde la belleza y el desgarro. Su segundo movimiento, La sangre derramada, comienza así:


¡Que no quiero verla!


Dile a la luna que venga,

que no quiero ver la sangre

de Ignacio sobre la arena.


¡Que no quiero verla!


La luna de par en par,

caballo de nubes quietas,

y la plaza gris del sueño

con sauces en las barreras.


¡Que no quiero verla!

Que mi recuerdo se quema.

¡Avisad a los jazmines

con su blancura pequeña!


¡Que no quiero verla!


3. Seis poemas galegos (1935). Llevado por su admiración hacia Rosalía de Castro, pero también por el mundo de las cantigas y los cancioneros medievales, Lorca escribe, en gallego, un homenaje al paisaje más opuesto al que había albergado la mayor parte de su obra, Andalucía. Así es en el Madrigal â cibdá de Santiago:


Chove en Santiago

meu doce amor.

Camelia branca do ar

brila entebrecido o sol.


Chove en Santiago

na noite oscura.

Herbas de prata e sono

cobren a valeira lúa.


Olla a choiva pol-a rúa,

laio de pedra e cristal.

Olla no vento esvaído

soma e cinza do teu mar.


Soma e cinza do teu mar

Santiago, lonxe do sol;

ágoa de mañán anterga

trema no meu corazón.


Llueve en Santiago,
mi dulce amor.
Camelia blanca del aire,
brilla entenebrecida al sol.
 
Llueve en Santiago,
en la noche oscura.
Hierbas de plata y sueño
cubren la luna vacía.
 
Mira la lluvia en la calle,
queja de piedra y cristal.
Mira, en el viento desvaído,
sombra1 y ceniza de tu mar...
 
Sombra y ceniza de tu mar...
Santiago, lejos del sol:
agua de la mañana antigua,
retiembla en mi corazón.



4. Diván de Tamarit (1932-1936). En este caso la inspiración proviene de la poesía arábigo-andaluza. Sus formas estróficas son la gacela (breve, de asunto erótico y origen persa) y la casida (poema árabe de rima constante). En ellas aborda los temas del amor y la muerte, y no se aparte del lenguaje surrealista. Por ejemplo, en la Gacela del niño muerto:


Todas las tardes en Granada,

todas las tardes muere un niño.

Todas las tardes el agua se sienta

a conversar con sus amigos.


Los muertos llevan alas de musgo.

El viento nublado y el viento limpio

son dos faisanes que vuelan por las torres

y el día es un muchacho herido.


No quedaba en el aire ni una brizna de alondra

cuando yo te encontré por las grutas del vino.

No quedaba en la tierra ni una miga de nube

cuando te ahogabas por el río.


Un gigante de agua cayó sobre los montes

y el valle fue rodando con perros y con lirios.

Tu cuerpo, con la sombra violeta de mis manos,

era, muerto en la orilla, un arcángel de frío.


5. Sonetos del amor oscuro (1935-1936). Póstumos la mayor parte, suponen un ejercicio de admiración por los clásicos (San Juan, Góngora), con el tema del amor sin esperanza, que por esas fechas comparte con Luis Cernuda. El soneto siempre fue un ejercicio frecuentado por los del 27. 


Amor de mis entrañas, viva muerte,

en vano espero tu palabra escrita

y pienso, con la flor que se marchita,

que si vivo sin mí quiero perderte.


El aire es inmortal. La piedra inerte

ni conoce la sombra ni la evita.

Corazón interior no necesita

la miel helada que la luna vierte.


Pero yo te sufrí. Rasgué mis venas,

tigre y paloma, sobre tu cintura

en duelo de mordiscos y azucenas.


Llena, pues, de palabras mi locura

o déjame vivir en mi serena

noche del alma para siempre oscura.

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