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Mostrando entradas de noviembre, 2013

Delirios de grandeza

B. Pérez Galdós, La desheredada , I, 5. Tan metida en sí misma estaba con estos bochornos y aquellas alegrías, que apenas comió. Como recordara en la mesa que debía hablar algo de Augusto para preparar su presentación, dijo que era un estudiante pobre, un buen chico, hijo de labradores, algo tocado de la cabeza, más músico que médico y más médico que fino. Cuando Augusto llegó, negose Isidora a ir al teatro, porque le había dado jaqueca. Emilia y Leonor no quisieron ir tampoco, y el buen estudiante quedó en la situación más desairada del mundo. Pero como era tan listo, y maravillosamente a todo se plegaba, hasta dominar las situaciones más difíciles, bien pronto cautivó a la familia con sus donaires. Doña Laura propuso jugar a la brisca; trajo D. José de su cuarto una sebosa baraja, y en el comedor, bajo la pestífera llama del petróleo mal encendido, formaron el más alegre corrillo que vieron casas de huéspedes.      Huyendo de tanta vulgaridad, retirose Isidora a su cuarto, d

Frangmentos de La Celestina

Calisto encuentra a Melibea CALISTO .- En esto veo, Melibea, la grandeza de Dios. MELIBEA .- ¿En qué, Calisto? CALISTO .- En dar poder a natura que de tan perfecta hermosura te dotase, y hacer a mi inmérito tanta merced que verte alcanzase, y, en tan conveniente lugar, que mi secreto dolor manifestarte pudiese. Por cierto, los gloriosos santos que se deleitan en la visión divina, no gozan más que yo ahora contemplándote. MELIBEA .- ¿Por gran premio tienes éste, Calisto? CALISTO .- Téngolo por tanto, en verdad, que si Dios me diese en el cielo la silla sobre sus santos, no lo tendría por tanta felicidad. MELIBEA .- Pues aún más igual galardón te daré yo, si perseveras. CALISTO .- ¡Oh bienaventuradas orejas mías, que indignamente tan gran palabra habéis oído! MELIBEA .- Mas desventuradas de que me acabes de oír. Porque la paga será tan fiera cual merece tu loco atrevimiento. Y el intento de tus palabras ha sido como de ingenio de tal hombre como tú. ¡Vete, vete de

Larra en el café

Mariano José de Larra, 'El café', El Duende Satírico del Día , n.º I, 26 de febrero de 1828 Neque enim notare singulos mens est mihi, verum ipsam vitam et mores hominum ostendere. Phaedr. Fab. Pról. I. III.                 No sé en qué consiste que soy naturalmente curioso; es un deseo de saberlo todo que nació conmigo, que siento bullir en todas mis venas, y que me obliga más de cuatro veces al día a meterme en rincones excusados por escuchar caprichos ajenos, que luego me proporcionan materia de diversión para aquellos ratos que paso en mi cuarto y a veces en mi cama sin dormir; en ellos recapacito lo que he oído, y río como un loco de los locos que he escuchado.    Este deseo, pues, de saberlo todo me metió no hace dos días en cierto café de esta corte donde suelen acogerse a matar el tiempo y el fastidio dos o tres abogados que no podrían hablar sin sus anteojos puestos, un médico que no podría curar sin su bastón en la mano, cuatro chimeneas ambulantes que no

Cronología del Romanticismo en España

Reinado de Carlos IV (1788-1808 ) Guerra de Independencia (1808-1814) Reinado de Fernando VII (1814-1833) 1814: Böhl de Faber da a conocer las teorías de Schlegel sobre el teatro clásico español 1823-24: Revista El Europeo, que difunde el romanticismo liberal 1830: López soler, Los bandos de Castilla . 1831-1848:  Serafín Estébanez Calderón, Escenas andaluzas Regencia de María Cristina (1833-1840) y Primera Guerra Carlista 1833-1834: Mariano José de Larra, Artículos 1834: Larra, Macías 1834: Salas y Quiroga, Poesías 1834: José de Espronceda, Sancho Saldaña 1834: Francisco Martínez de la Rosa, La conjura de Venecia 1834: Mariano José de Larra, El doncel don Enrique el Doliente 1834: Manuel Bretón de los Herreros, Helena 1834: Duque de Rivas , El moro expósito 1835: Duque de Rivas, Don Álvaro o la fuerza del sino 1936-1842:  Ramón de Mesonero Romanos, Escenas matritenses 1837: Juan Eugenio Hartzembusch, Los amantes de Teruel 1837: Manuel Bretó

El hombre romántico

José de Espronceda, A Jarifa en una orgía (fragmento) ¿Por qué murió para el placer mi alma, y vive aún para el dolor impío? ¿Por qué si yazgo en indolente calma, siento, en lugar de paz, árido hastío? ¿Por qué este inquieto, abrasador deseo? ¿Por qué este sentimiento extraño y vago, que yo mismo conozco un devaneo, y busco aún su seductor halago? ¿Por qué aún fingirme amores y placeres que cierto estoy de que serán mentira? ¿Por qué en pos de fantásticas mujeres necio tal vez mi corazón delira, si luego, en vez de prados y de flores, halla desiertos áridos y abrojos, y en sus sandios o lúbricos amores fastidio sólo encontrará y enojos? Yo me arrojé cual rápido cometa, en alas de mi ardiente fantasía: doquier mi arrebatada mente inquieta, dichas y triunfos encontrar creía. Yo me lancé con atrevido vuelo fuera del mundo en la región etérea, y hallé la duda, y el radiante cielo vi convertirse en ilusión aérea. Luego en la

Fragmentos de Espronceda

José de Espronceda, El Pelayo Fragmento quinto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Descripción de un serrallo I  De mágicos jardines rodeado,  se alza un rico salón donde descansa  el moro rey, cuando el fatal cuidado  y cortesano estrépito le cansa.  En él ahora al júbilo entregado,  del fiero pecho la crueldad amansa  plácido canto que deleite inspira  al son de blanda, regalada lira. II  Allí cercado del amable coro  que el de las houris célicas no iguala;  quemada en pipa de ámbar y de oro,  planta aromosa el gusto le regala,  y mientras en hombros de su amada el moro  la sien reclina, de su labio exhala  humo süave, que en fragante nube  en leves ondas a perderse sube. III  Cien lámparas de plata el opulento  soberbio harem con su esplendor encienden,  y, en partes horadado el pavimento,  aromas mil a derramarse ascienden;  las luces multiplica ciento a ciento  el oro y alabastro en que