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Mostrando entradas de octubre, 2022

Textos para comentar, 2

1. Muchas novelas atribuyen a sus protagonistas recuerdos de una precisión desbordante: hombres septuagenarios recuerdan el color del camisón de su madre, que falleció cuando apenas los había destetado; mujeres interrogadas por la Policía afirman que el capó del coche que intentó agredirlas tenía restos de hojas secas y cagadas de pájaro. Cuando leo estas cosas, me pongo a intentar recordar, sin éxito, qué cené ayer o la última canción que puse en la playlist semanal. Siempre me asusta pensar que iba a fracasar absolutamente como testigo de un acto delictivo. Otra cosa que me asombra: ¿cómo podemos recordar las cosas de manera tan diferente aquellos que las vivimos al mismo tiempo? ¿Por qué yo recuerdo con espanto cosas que a la persona que estaba conmigo en un momento determinado la dejaron totalmente indiferente? ¿Qué hay en ese procesador de la cabeza que hace que coloquemos una misma cosa en dos lugares completamente diferentes? Quizás, como ocurre con las interpretaciones de la hi

Textos para comentar

1.   Nada subraya tanto el fin de una historia como el turismo. Cuando los turistas llegan a un lugar histórico, están confirmando con su presencia que allí no queda nada vivo o que pueda incomodar seriamente a un alma contemporánea. El checkpoint Charlie, en el cruce de la Friedrichstrasse y la Zimmerstrasse, es una de las atracciones más visitadas y fotografiadas de Berlín. Se mantiene la garita norteamericana y se han recreado las banderas y los carteles fronterizos, aunque basta visitar la exposición aledaña, con fotos de los momentos en que estuvo a punto de estallar la tercera guerra mundial, con tanques norteamericanos y soviéticos encañonándose entre sí, para comprobar que la recreación ha omitido todo lo siniestro, desagradable y hostil de la frontera. El visitante de hoy no verá focos, ni alambradas espinosas, ni perros de presa, ni por supuesto carros de combate o francotiradores. Todo es amable y colorido, como corresponde a un lugar turístico lleno de paseantes que comen h

Cenizas

En ese valle los almendros florecían ya con el sol de enero; a continuación, llegaba la helada y a veces su arriesgada gloria quedaba en nada. La cosecha se perdía. Durante muchos años los amigos subíamos al  valle de Ebo de la Marina  para contemplar aquella proeza suicida. Una compañera de excursión, la más sabia, que ya pervive en el estanque dorado de la memoria, iba dando nombre autóctono a cada planta silvestre que encontrábamos en el camino; añadía las propiedades benéficas de cada una y también nos alertaba si alguna era venenosa, que solía ser la que echaba las flores más bonitas. Luego entre marzo y abril en ese valle florecían los cerezos y algunos de nosotros, sin ser japoneses, también celebrábamos el milagro de su frágil belleza tan fugaz. Ahora en la terraza del bareto junto al mar caían algunas cenizas de u n incendio que estaba convirtiendo en una inmensa carbonera toda la gloria de ese valle  en el que durante tantos años nuestra juventud se midió frente a sus tortuos