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1.3. La poética de la Generación del 27: entre tradición y vanguardia.



1. Influencias


1. Juan Ramón Jiménez y el Diario de un poeta recién casado.

2. Ortega y Gasset y La deshumanización del arte.

3. Ramón Gómez de la Serna y las vanguardias.

4. La tradición clásica: Góngora, Garcilaso, San Juan, el Romancero, la poesía popular. 

 

2. Etapas de su evolución


1. Primera etapa (1918-1929)

1. Vanguardias europeas. Ultraísmo y creacionismo. Metáfora y hermetismo.

2. Poesía pura juanramoniana. Sencillez, perfección, abstracción, desnudez, esencialidad.

3. Neopopularismo. Antecedentes: Bécquer, Machado, JRJ. La obra de García Lorca. 

 

2. Segunda etapa (1929-1939)


1. Poesía surrealista. Onirismo, escritura autom., unión libre. Freud. Metáfora irracional.

2. Corriente neorromántica. Trilogía de Salinas. Luis Cernuda, La realidad y el deseo.

3. Poesía social y política. Poesía combativa.

 3. Tercera etapa (a partir de 1939)

1. El exilio exterior y el exilio interior. El asesinato de Lorca.

2. Poesía arraigada: Clasicismo, perfección, religiosidad. Gerardo Diego.

3. Poesía desarraigada: Existencialismo, libertad formal, compromiso.

 

   La Generación del 27 recibió su primer impulso del final del Modernismo. Cuando, en

1917, Juan Ramón Jiménez publicó su Diario de un poeta recién casado, un nuevo ideal de poesía, trascendente y desnuda, llena de profundidad intelectual, cundió entre los poetas jóvenes que formarían la generación: Pedro Salinas, Jorge Guillén, Gerardo Diego, Federico García Lorca, Vicente Aleixandre, Luis Cernuda, Rafael Alberti, Emilio Prados y Manuel Altolaguirre, el mayor de los cuales, Pedro Salinas, tenía veinticinco años.

   La influencia de Juan Ramón era también la de la Generación del 14, con Ortega y Gasset a

la cabeza, cuyo ensayo La deshumanización del arte describe los nuevos ideales estéticos de arte

antirrealista y minoritario. Pero también se hicieron eco de los hallazgos vanguardistas de Ramón Gómez de la Serna y ellos mismos llegarían a convertirse en los más genuinos representantes del surrealismo.

   Todos sus miembros, muchos de ellos profesores, son, también, conocedores de la

tradición popular del Romancero, de la poesía culta de los cancioneros renacentistas, de los

grandes poetas castellanos, no solo Góngora, sino también Garcilaso y San Juan, así como del arte popular, de la copla de barrio y el cante flamenco. Buscan formas poéticas universales allá donde se hubieran producido.

   Todos estas influencias moldeando, con sus voces propias, la trayectoria de estos poetas en

una evolución que la crítica suele resumir en tres etapas.


   En la primera etapa (1918-1929), los jóvenes poetas se lanzan a la poesía de vanguardia,

movidos por afán de originalidad, pero hacia 1926 su obra se orienta hacia la pesía pura, difícil,

minoritaria, que sin embargo recibió poco después el aire fresco de la poesía popular, otra forma

de pureza y a la vez de transparencia y de emoción.


   De las vanguardias europeas, y en la forma de ultraísmo y creacionismo, toman la temática
futurista (el progreso, la ciudad, el cine, el deporte), la técnica desintegradora del cubismo y el
aire lúdico del movimiento Dadá. La audacia suple a lo sentimental, sobre todo en su amor por la
imagen y la metáfora, con frecuencia herméticas. Al mismo tiempo, el verso se desprende de sus
normas, y el concepto de poema-imagen da pie a una nueva estética tipográfica. Característicos de esta etapa son libros como Manual de espumas, de Gerardo Diego o Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos, de Rafael Alberti.

   En la tradición de Juan Ramón Jiménez, la poesía pura elimina del poema todo lo retórico,
anecdótico, subjetivo, o realista de cualquier forma. Así el poema es autosuficiente, un objeto
perfecto, en el que cabe el asombro, la precisión, la sintaxis muy simple. Salinas (Seguro azar),
Jorge Guillén (Cántico) y Vicente Aleixandre (Ámbito) fueron sus principales representantes.

   El neopopularismo nació del afecto por la poesía popular y su recreación en poesía culta
tiene una larga tradición en la literatura castellana. Bécquer usó en sus Rimas la estética, el

lenguaje y las formas de la literatura popular, pero también lo hizo Antonio Machado (Canciones) y Juan Ramón Jiménez (Pastorales). En época de vanguardias, esa recreación tenía el atractivo del primitivismo, del talento puro, con gracia sin retórica, un vivero de cómo el lenguaje se hace poético a sí mismo. Los poetas del 27 expresan sus sentimientos dramatizando los paisajes, recordando las tragedias y los anhelos de la cultura popular, y utilizan sus mismos recursos: la concisión, la agilidad, el paralelismo, el estribillo, la métrica de coplas y romances.    La producción de García Lorca hasta Romancero Gitano (1928) da forma al neopopularismo, al que también se adscriben títulos como Marinero en tierra, de Alberti, o Soria, de Diego.


   En la segunda etapa (1929-1939), las circunstancias históricas dieron un giro a sus

poéticas: el hundimiento económico de 1929, el auge de los regímenes totalitarios y el agitado

desarrollo de la II República llevaron a los poetas del 27 a una poética del compromiso político, a

la rehumanización de la poesía y al alejamiento de los ideales de pureza. "Por una poesía impura", en palabras de Neruda. Es surrealismo se orientó a esta nueva idea de compromiso, así como un neorromanticismo más pendiente del ser humano que de la perfección formal.


   La poesía surrealista encontró en España una de sus sedes más prolíficas. Las teorías de

Freud alimentaban la idea de que la libertad de pensamiento está condicionada por la consciencia, que el hombre debía ahondar en sí mismo a partir de su lado subconsciente. El onirismo, las metáforas irracionales, la escritura automática, con la unión libre como principio estético, significaban un lenguaje nuevo con el que acercarse a realidades escondidas. Esta estética dio grandes obras como Poeta en Nueva York, de Lorca; Espadas como labios, de Aleixandre, o Los placeres prohibidos, de Cernuda.


    La corriente neorromántica, en los años 30, significa un giro hacia una poesía más

humana, alejada del hermetismo intelectual, pero sin perder lo mejor del surrealismo. Dos poetas sobresalieron con su poesía amorosa: Pedro Salinas, con su trilogía compuesta por los poemarios La voz a ti debida, Razón de amor y Largo lamento, dedicados, respectivamente, al encuentro, a la despedida y a la separación de los amantes; y Luis Cernuda, con sus libros surrealistas y, sobre todo, con Donde habite el olvido, todos recogidos en La realidad y el deseo. En Cernuda el amor el un deseo insatisfecho, un impulso de acceder a la belleza que el tiempo aleja de inmediato.


   La poesía social y política fue el resultado del proceso de rehumanización que daría lugar

a una poesía combativa, inevitablemente panfletaria, en la que destacó Rafael Alberti, pero que

tuvo su culminación en la poesía social de los años cuarenta y cincuenta.


   En la tercera etapa (a partir de 1939), se produce la disgregación del grupo. García Lorca

fue asesinado en 1936. La mayoría marcharon al exilio, casi siempre latinoamericano. Alonso y

Aleixandre formaron el exilio interior, y solo Gerardo Diego encontró cierto acomodo en el nuevo

régimen franquista. Se convirtió en el nuevo faro de la poesía arraigada, clasicista, de regreso a los ideales de armonía y perfección técnica. Y Dámaso Alonso (Hijos de la ira) y Vicente Aleixandre (Sombra del paraíso) fueron los impulsores de la poesía desarraigada, de carácter existencial, moderna, a la altura de los tiempos, comprometida con la tragedia humana. Los exiliados mostraron su angustia y su nostalgia. Todos, su horror por el conflicto armado y sus desastrosas consecuencias.

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