José Máría
Blanco White, Sobre el placer de las
imaginaciones inverosímiles.
La afición de
los españoles a obras escritas en estilo oriental y llenas de ficciones de
encantos y de seres sobrenaturales abrió en mal hora la puerta a mil
extravagancias en la multitud de libros de Caballerías. la inmortal obra de
Cervantes hizo en breve que su nación diese en el extremo opuesto; y, de no
gustar más que de hechicerías y vestiglos, viniese a caer en una apatía de
imaginación que no da ni admite una vislumbre del fuego que el clima y los
árabes les comunicaron en otro tiempo. Yo confieso que, a pesar de mi
admiración del Quijote, he tenido por
muchos años la sospecha de que sus efectos morales y literarios no fueron
favorables a la nación española. Esta sospecha crece en mí de día en día.
(…)
El placer de las ficciones
que nos transportan a un mundo imaginario, poblado de seres superiores al
hombre y sujeto a otras leyes que las inmudables de la naturaleza visible, es
tan natural y tan inherente en nuestra constitución, que no puede arrancarse
del alma sino con violentcia. Examínese la historia del género humano y se
hallará que hasta en el estado más rudo y salvaje la imaginación se emplea en
crear seres sobrenaturales, habitantes de un mundo invisible, que o vagan por
este o lo visitan de cuando en cuando, mezclándose en los negocios y tomando
parte, ora favorable ora adversa, en los intereses del hombre. Propensión tan
natural y decidida no se debe aniquilar, sino dirigir al bien y utilidad de la
especie.