DÁMASO
ALONSO (1898-1990)
INSOMNIO
Madrid es una ciudad de más de un millón de
cadáveres (según las últimas estadísticas).
A veces en la noche yo me revuelvo y me
incorporo en este nicho en el que hace 35 años que me pudro,
y paso largas horas oyendo gemir al huracán, o
ladrar los perros, o fluir blandamente la luz de la luna.
Y paso largas horas gimiendo como el huracán,
ladrando como un perro enfurecido, fluyendo como la leche de la ubre caliente
de una gran vaca amarilla.
Y paso largas horas preguntándole a Dios,
preguntándole por qué se pudre lentamente mi alma,
por qué se pudren más de un millón de cadáveres
en esta ciudad de Madrid,
por qué mil millones de cadáveres se pudren
lentamente en el mundo.
Dime, ¿qué huerto quieres abonar con nuestra
podredumbre?
¿Temes que se te sequen los grandes rosales del
día, las tristes azucenas letales de tus noches?
Hijos de
la ira, 1944.
MONSTRUOS
Todos
los días rezo esta oración
al
levantarme:
Oh
Dios,
no
me atormentes más.
Dime
qué significan
estos
espantos que me rodean.
Cercado
estoy de monstruos
que
mudamente me preguntan,
igual,
igual que yo les interrogo a ellos.
Que
tal vez te preguntan,
lo
mismo que yo en vano perturbo
el
silencio de tu invariable noche
con
mi desgarradora interrogación.
Bajo
la penumbra de las estrellas
y
bajo la terrible tiniebla de la luz solar,
me
acechan ojos enemigos,
formas
grotescas me vigilan,
colores
hirientes lazos me están tendiendo:
¡son
monstruos,
estoy
cercado de monstruos!
No
me devoran.
Devoran
mi reposo anhelado,
me
hacen ser una angustia que se desarrolla a sí misma,
me
hacen hombre,
monstruo
entre monstruos.
No,
ninguno tan horrible
como
este Dámaso frenético,
como
este amarillo ciempiés que hacia ti clama
[con todos sus tentáculos
enloquecidos,
como
esta bestia inmediata
trasfundida
en una angustia fluyente;
no,
ninguno tan monstruoso
como
esta alimaña que brama hacia ti,
como
esta desgarrada incógnita
que
ahora te increpa con gemidos articulados,
que
ahora te dice:
"Oh
Dios,
no
me atormentes más,
dime
qué significan
estos
monstruos que me rodean
y
este espanto íntimo que hacia ti gime en la noche."
LUIS
ROSALES (1910-1992)
Tu
soledad, Abril, todo lo llena.
Colma
de luz la espuma y la corriente.
Aurora
niña con la piel reciente.
Toro
en golpe de mar sobre la arena.
¿Qué
sueño de varón te hizo serena
isla
de fiebre la mirada ausente?
¡Ay,
búscame sin ti, convaleciente,
revocando
de cal fachada y pena!
Y
¡ay!, busca tú la sangre tierra adentro,
y
olvidarás la voz por el encanto,
abierta
a ti, mientras resbala el día.
Soledad
sin Abril será el encuentro,
y
en tu ofrenda de paz, cierva de llanto
la
sombra siempre y luz sin la luz mía.
Abril, 1935.
LA
CASA ENCENDIDA
Porque
todo es igual y tú lo sabes,
has
llegado a tu casa, y has cerrado la puerta
con
ese mismo gesto con que se tira un día,
con
que se quita la hoja atrasada al calendario
cuando
todo es igual y tú lo sabes.
Has
llegado a tu casa,
y,
al entrar,
has
sentido la extrañeza de tus pasos
que
estaban ya sonando en el pasillo antes de que llegaras,
y
encendiste la luz, para volver a comprobar
que
todas las cosas están exactamente colocadas como estarán dentro de un año,
y
después,
te
has bañado, respetuosa y tristemente, lo mismo que un suicida,
y
has mirado tus libros como miran los árboles sus hojas,
y
te has sentido solo,
humanamente
solo,
definitivamente
solo porque todo es igual y tú lo sabes.
La casa encendida, 1949
LEOPOLDO
PANERO
POR
DONDE VAN LAS ÁGUILAS
Una
luz vehemente y oscura, de tormenta,
flota
sobre ls cumbres del alto Guadarrama,
por
donde van las águilas. La tarde baja, lenta,
por
los senderos verdes, calientes de retama.
Entre
las piedras brilla la lumbre soñolienta
del
sol oculto y frío. La luz, de rama en rama,
como
el vuelo de un pájaro, tras la sombra se ahuyenta.
Bruscamente,
el silencio crece como una llama.
Tengo
miedo. Levanto los ojos. Dios azota
mi
corazón. El vaho de la nieve se enfría
lo
mismo que un recuerdo. Sobre los montes flota
la
paz, y el alma sueña su propia lejanía.
Una
luz vehemente desde mi sueño brota
hacia
el amor. La tarde duerme a mis pies, sombría.
LA
ESTANCIA VACÍA
Despacio,
muy despacio, van las horas
juntando
las palabras de mi canto.
Las
horas muertas tras las horas vivas
caminan
y caminan en la sombra.
Despacio,
muy despacio, el viento mueve
su
dulce libertad. Y Dios escucha
palabras
y palabras y palabras.
Cerca,
como al azar, el alma rozan,
lo
mismo que en la calle, de repente,
al
abrirse una puerta o tras los muros,
escuchamos
rumor de ocultas voces
junto
a la luz sagrada que silencia
la
sombra levantada por el viento.
Y
éste es mi recinto. Tras el alma
van
juntando las horas su hora eterna.
Pero
alguien, de repente, leve mano,
con
profundo sigilo y pulso suave,
abre
mi corazón y el viento lleva
hacia
la oscura orilla mis palabras.
Estoy
solo en la estancia, que se vela
dE
misteriosa claridad vacía,
igual
que el alma contemplando dentro
su
propia soledad, su umbral de sombra.
Y
es éste mi recinto. En lueñe hondura
el
cielo palidece como el agua
en
las rocas someras. Lejos, lejos,
tenue,
profundamente, comprobamos
la
voluntad de Dios en las estrellas.
Señor,
ésta es mi casa y mi costumbre.
Lejos,
sin fin. Te siento. Tras los muros
se
adivina el olor de las montañas
y
el olor de los siglos, y la virgen
soledad
de los astros ensombrece
apenas
Tu hermosura. Poco a poco
brota
como el rocío el pensamiento
que
en mi ser Te contiene. Pero el mundo,
como
el humo, se torna cada noche
imperio
del olvido.
Señor, ésta
es
mi casa mortal, mi hogar de humo.
La estancia vacía, 1944.