‘Celia’ no logra resucitar
Científicos españoles
no consiguen clonar al último bucardo en su segundo intento.
Esta cabra montés se
extinguió en 2000 y desde entonces tratan de recuperarla.
JAVIER SALAS, El País, 15/12/2014
El 20 de abril de 1999, el mismo
día que dos chavales masacraban a sus compañeros en Columbine (EE UU), un
equipo de biólogos y veterinarios del Parque de Ordesa (Huesca) capturaba a
Celia, el último bucardo vivo. El grupo tomó muestras de la piel de la punta de
la oreja izquierda y del costado, en un último intento de conservar su material
genético. Esta subespecie de cabra montés llegó a superpoblar los Pirineos,
pero el ansia de los cazadores la hizo desaparecer en 1910 en la parte francesa
y al borde de la extinción en la década de 1990 en la parte española.
Finalmente, el día de Reyes de 2000, se encontraba el cadáver de Celia, dando a
los bucardos por desaparecidos para siempre.
Pero esta cabra volvería a
resucitar tres años más tarde, cuando el grupo de científicos del Gobierno de
Aragón logró que una cabra común llevara a término la gestación de un clon de
Celia. El 30 de julio de 2003 nacía esta cría clonada, que apenas sobreviviría
unos instantes por culpa de una afección pulmonar que le impedía respirar, una
malformación que ahogó a la cabrita. Durante unos minutos, y por primera vez en
la historia de la ciencia, una especie extinguida había resucitado mediante
clonación. Ese éxito relativo no se olvidó, y desde entonces se ha seguido
buscando financiación para volver a intentarlo.
Después de buscar dinero público
y privado, únicamente la Federación de Caza de Aragón quiso financiar el
proyecto, que se puso en marcha con la intención de comprobar la viabilidad de
las células que todavía se conservan desde 1999 y que no se han descongelado en
todos estos años. Aunque se ha conseguido demostrar que el material es viable,
no se ha conseguido llevar a término ninguna gestación: si todo hubiera ido
bien, como se pretendía, este verano se habría dado el tercer nacimiento de
Celia.
"Las pruebas fueron
satisfactorias", asegura José Folch, responsable científico del proyecto e
investigador del Centro de Investigación y Tecnología Agroalimentaria de Aragón
(CITA). Tras conseguir que un número "satisfactorio" de clones se
desarrollaran in vitro, lograron embarazar a dos cabras comunes, madres de
alquiler, con clones: los embriones murieron durante la gestación.
"Podemos asegurar que las células siguen en perfecto estado tantos años
después de ser obtenidas del último ejemplar vivo de bucardo", defiende
Folch.
Sin embargo, han vuelto a
quedarse sin recursos económicos en su intento de clonar al bucardo y de nuevo
buscan financiación, "difícil de obtener en estos momentos" como reconoce
Folch. Se intenta conseguir ayuda económica del Gobierno de Aragón, contratando
personal, o con dinero de fundaciones y proyectos de investigación. Pero hay
otra vía: "Algunos países, por ejemplo Francia, están interesados en
participar en la clonación del bucardo".
Francia, y sobre todo sus
cazadores, quiere ver de nuevo correteando por sus Pirineos a la cabra montés.
Reiteradamente ha solicitado a España que ceda ejemplares de otras subespecies
ibéricas con la posición en contra de buena parte de la comunidad cinegética y
científica, porque se pierde la exclusiva. Recientemente, Madrid regaló 41
cabras montesas aunque según Ricardo García-González, del Instituto Pirenaico
de Ecología (CSIC), la mitad de las cabras que ya se han prestado a Francia han
pasado al lado español y están en el Parque de Ordesa, donde el bucardo dejó
vacío su nicho ecológico.
Folch sostiene que este proyecto
pagado por los cazadores de Aragón ha servido para engrasar de nuevo la
maquinaria para intentarlo con más garantías en cuanto alguien aporte el
dinero: en 2003, se implantaron casi 350 embriones a unas sesenta cabras:
únicamente se lograron siete gestaciones y solo una llegó a nacer y con
malformaciones fatales. Aunque la tecnología que se usó para clonar a la oveja
Dolly sigue vigente, lo cierto es que es muy complicado obtener clones viables.
En 2010, también en España, se logró clonar a un toro de lidia que, finalmente,
murió prematuramente sin demostrar la bravura del semental de quien tomó el
ADN.
"El proyecto exige
previamente aumentar el número de animales experimentales y mejorar las
técnicas de laboratorio para aumentar su eficacia. Al cabo de unos seis meses
podrían empezar las pruebas", adelanta Folch, que en el CITA realiza
proyectos como aplicar la ingeniería genética para que nazcan corderos durante
todo el año. La idea de clonar bucardos se puso en marcha desde la muerte de
Celia, llegándose a encargar inicialmente a una empresa estadounidense en 2000.
Sin embargo, son muchas las pegas
que plantea un proyecto para desextinguir una especie: técnicas, ecológicas,
éticas y de concepto. Recientemente, el propio Ricardo García-González firmó
junto a Antoni Margalida un artículo en una revista especializada aportando
argumentos en contra de esta idea. Por ejemplo, que el material genético del
que se dispone pertenece a una única hembra "vieja y estéril, con alta
consanguinidad y con cardiopatías congénitas". Según explican en su texto,
los clones a los que daría lugar no serían idóneos, según estos científicos,
para restaurar una población de bucardos en libertad por la ausencia de
variabilidad genética. Si se extinguiera la humanidad, no valdría con clonar
cientos de veces a la misma persona para decir que se ha recuperado la raza
humana.
Desde el punto de vista
ecológico, el investigador del Instituto Pirenaico de Ecología pone en duda la
necesidad de rellenar el nicho del bucardo: "La naturaleza no es un cuadro
estático, sino en movimiento". Otros animales, como el rebeco, ya han
cambiado el entorno. "En realidad, lo que hace falta en la zona son
depredadores, como osos y lobos, para frenar el exceso de cabras". Para
García-González la clonación es un método con muy baja tasa de éxito y muy
cruel con los animales al generar ejemplares con malformaciones mortales o
dolorosas. Además, critica que este planteamiento pueda restarle recursos e
interés a los proyectos convencionales de conservación de la biodiversidad.
"Creo que todo es una pantalla para sacar dinero", lamenta.