Coloca las comas y los punto y coma que consideres necesarios en el siguiente fragmento del cuento Dientes, pólvora, febrero, de Rafael Sánchez Ferlosio.
En esto ya venían
los batidores y fueron desfilando por delante de la loba contentos del
resultado que había tenido la jornada. Y después la quisieron cargar en un
caballo pero el caballo sentía repeluco y empezó a pegar coces y respingos y no
se dejaba echar la loba encima y la tuvieron que amarrar con una cuerda por el
cuello y llevarla dos hombres el uno la traía por el rabo y el otro por el cabo
de la cuerda y así no se manchaban con la sangre. Era una loba muy grande y
arrastraban las patas por el suelo conforme la llevaban y ya acudían al
encuentro de ella dos hombres de una huerta y un yergüero y una media docena de
niños a la salida de la mancha cuando todo el tropel de cazadores venía
descendiendo la ladera. Los chicos le hicieron muchos aspavientos y le tocaban
el cuerpo maltratada y algunos la agarraban por las patas como si fuese por
decir que ellos también la iban llevando con los hombres. Uno pasó toda la mano
por la carne del cuello de la loba y la sacó llena de sangre y luego gastaba bromas
a las niñas porque les iba con aquella mano a mancharles la cara en un
descuido. El alcalde venía retrasado cojeando con dos concejales uno de ellos
el que había dado muerte a la loba y el pastor les andaba insistiendo que
bajaran al chozo y pararan allí a mediodía que él tenía mucho gusto de matarles
un par de cabritos y aviarlos en seguida y que comieran todos como haciendo una
miaja de fiesta ya que habían despachado tan temprano que no serían ni las once
y ya les quedaría toda la tarde por delante para coger la camioneta y volverse
hacia el pueblo a buena hora porque él sentía que era el primero que les tenía
que estar agradecido y que un par de cabritos no iban a parte ninguna
equiparados al valor de los daños que le habían quitado de encima al ganado dándole
muerte a aquella loba tan golosa y tan tuna y perversa y que además ya no había
remedio porque había mandado recado por delante y ya sentía llorar a los
cabritos (“escuche ¿no los oye?” le decía) que los estaban degollando ahora
mismo allá enfrente en la majada. La loba fue depositada junto al chozo.
Salieron a verla las mujeres pero ellas no reían ni gozaban y sólo se detenían
a mirarla un momento así de medio lado en el gesto de volverse a marchar en seguida
como quien mira una cosa deleznable.