Durante el siglo XIX los artistas
han procedido demasiado impuramente. Reducían a un mínimum los elementos
estrictamente estéticos y hacían consistir la obra, casi por entero, en la
ficción de realidades humanas. En este sentido es preciso decir que, como uno u
otro cariz, todo el arte normal de la pasada centuria ha sido realista.
Realistas fueron Beethoven y Wagner. Realista Chateaubriand como Zola. Romanticismo
y naturalismo, vistos desde la altura de hoy, se aproximan y descubren su común
raíz realista.
Productos de esta naturaleza sólo
parcialmente son obras de arte, objetos artísticos. Para gozar de ellos no hace
falta ese poder de acomodación a lo virtual y transparente que constituye la
sensibilidad artística. Basta con poseer sensibilidad humana y dejar que en uno
repercutan las angustias y alegrías del prójimo. Se comprende, pues, que el
arte del siglo XIX haya sido tan popular: está hecho para la masa
indiferenciada en la proporción en que no es arte, sino extracto de vida.
Recuérdese que en todas las épocas que han tenido dos tipos diferentes de arte,
uno para minorías y otro para la mayoría, este último fue siempre realista.
No discutamos ahora si es posible
este arte puro. Tal vez no lo sea; pero las razones que nos conducen a esta
negación son un poco largas y difíciles. Más vale, pues, dejar intacto el tema.
Además, no importa mayormente para lo que ahora hablamos. Aunque sea imposible
un arte puro, no hay duda alguna de que cabe una tendencia a la purificación
del arte. Esta tendencia llevará a una eliminación progresiva de los elementos
humanos, demasiado humanos, que dominaban en la producción romántica y
naturalista. Y en este proceso se llegará a un punto en que el contenido humano
de la obra sea tan escaso que casi no se le vea. Entonces tendremos un objeto
que sólo puede ser percibido por quien posea ese don peculiar de la sensibilidad
artística. Será un arte para artistas, y no para la masa de los hombres; será
un arte de casta, y no demótico.
He aquí por qué el artista nuevo
divide al público en dos clases de individuos: los que lo entienden y los que
no lo entienden; esto es, los artistas y los que no los son. El arte nuevo es
un arte artístico.