El modismo ¡Adelante con los faroles!
Por Arturo Montenegro
Los más osados, emprendedores o de intelecto más liberal se
reconocerán en la declaración que figura en el título. Por supuesto, no es lo
mismo exclamar ¡Adelante con los faroles! (una expresión con la que se indica
el firme propósito de iniciar o continuar algo, a pesar de las dificultades y
de las molestias) que marcarse o tirarse un farol (esto es, hacer algo para
deslumbrar a otros o para salir airoso de una situación complicada). No es lo
mismo, pero es lógico que, en ciertas ocasiones, la segunda frase sea una
consecuencia de la primera. Al fin y al cabo, la valentía ha conducido a las
personas que se mueven bajo su influjo a esperar demasiado de la vida, forzando
la suerte hasta el extremo de necesitar algún truco, alguna estratagema para
salir del paso.
Todo ello trae hasta nosotros una consideración etimológica
de José María Sbarbi. En su Gran diccionario de refranes de la lengua española
(1943), este erudito menciona el rotundo modismo ¡Adelante con los faroles, que
atrás vienen los cargadores!, idóneo para manifestar «que se está resuelto a
animar a otro a continuar o perseverar a todo trance en lo ya comenzado,
particularmente cuando es una empresa muy arriesgada o que no parece posible
llevarla a cabo». Con un espíritu comparable al de un científico, Luis Montoto
y Rautenstrauch rastrea los orígenes de la frase en Un paquete de cartas de
modismos, locuciones, frases hechas, frases proverbiales y frases familiares
(1888). Sus conclusiones fueron recogidas por José María Iribarren, sin duda
consciente de que, a través de la cita de los faroles y los cargadores, nos
llega el rastro de una vieja anécdota. No en vano, el asunto parece referirse a
alguna procesión religiosa que topó con cierto obstáculo en su trayecto.
Montoto se pregunta si el dicho nació con ocasión del
Rosario de Espera o del de la Aurora. Resulta difícil saberlo. Imposible,
añadirán algunos. Otra frase familiar, ¡Adelante con la cruz!, contribuye a
establecer un razonamiento parejo en el plano etimológico y ceremonial. Ambos
modismos se basan, al fin y al cabo, en una tendencia animosa, que nos empuja a
sobreponernos, especialmente cuando hay que evitar una estrella de mal augurio.